sábado, 5 de septiembre de 2009

Mujer de las 11 y 45

Dedicado a todas esas personas convencidas de que ya
no me queda decencia, vergüenza o pudor que perder.
Sepan que no es tan así...



¿Adónde vas hoy, mujer? Ayer salvé tu vida; me arrojé a la calle vehemente al ver que un conductor ebrio, a las once y cuarenticinco de la mañana, perdía el control del volante y dirigía, irresponsable, su bólido de acero hacia ti… te salvé la vida, mujer, y, hoy nomás, ya no saludas al pasar. Anteayer, si mal no recuerdo, tuvimos sexo desenfrenado contra los azulejos fríos del bañito del negocio. Y los cachetes de tu culo blanco – ¡OH!, joven madre primeriza, que tus cachas aún conservas intactas- se adherían en esa superficie limpia que tan bien sopapea la piel, como sopapearía la goma, en la suela de unos espores costosos contra el parqué de una cancha de básquet de cuota también muy costosa, manga de fayutos careros. Desprolija, improvisada y a los manotazos forzados estiraste tu remera gris que, en el frenesí impaciente al ritual de la completa desnudez, obviamos sacar, desesperados yo por clavar y vos por ser clavada – ¡OH! zorrita golosa, contemplabas mi chota con ansiedad inversamente proporcional respecto a Damocles y la espada. Te estiraste la remera gris hasta volverla patín resbaladizo de tu colita, ahora roja por los previos y desesperados intentos de fricción. ¡Ahora sí! A darle charrasca. El cuerpo entero sufre en virtud de mantener estridente la desacatada melodía armónica de nuestros muslos resonantes. Suena la hebilla de mi cinto a la par. Tus brazos rígidos a ambos lados pelean por mantener el patín en su lugar. El aliento pide vías más amplias por las cuales viajar. El polvo es asquerosamente breve… inolvidable.
Sin embargo… hoy no saludás.
Ni hablar de las cochinadas que hicimos la semana pasada.
¿Adónde vas hoy, mujer? ¿Hacia dónde te llevarán mis delirios cuando termine tu estadía fugaz en la monótona realidad de mi vida laboral?

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