domingo, 20 de julio de 2008

CANIBALEANDO MILIKI

I’ll be watching you”

–Sting–


Eventualmente…
Cada tanto…

Me saturo, me vuelvo loco, me voy a la puta, me zarpo, se me salta la cadena, imagino que me convierto en coloridos superhéroes, mando todo lo que tengo a mano bien a la mierda. Pero sigo procesando esa gota que rebalsó la palangana donde tengo las patas, dejándome el piso inchastrado y resbaloso –así no hay quien pueda andar –para seguir frustrándome mientras expira el tiempo límite que tengo para terminar la pelotudés de turno que esté haciendo que, de por sí, me cuesta mucho tomarme en serio…

Y ahí, en ese punto…

Ni entre el silencio, disimulado en la distancia y la constancia, que la noche parece tener grabado en un cassete para que la oscuridad del patio se sienta más pacífica y solitaria de lo que suele ser si no estoy atrasado con la entrega de algún trabajo práctico…
Ni mirando las estrellas que acostumbro ver para sentirme aliviado de ser tan insignificante, y así zafar del ultimátum de desesperación en el que caigo por ser tan condenadamente irresponsable –siempre y cuando las nubes no me hagan pito catalán…
Ni escabiando ajenjo con Nostradamus… puedo lograr zafar… “¿adónde te creés que vas?”, me dice…
Puedo llenar algunos renglones con puteadas –sí… pero el peso de ese compromiso me hunde más y más en ese lugar normal, real, completamente inverosímil.

¡Pero! … pero pero…

Está esa historia: la única manera que tengo de imaginar sin hacer ficción. Siempre viene a mí en el preciso instante en el que resuelvo que nada me disuade de empezar a caminar con dirección al norte hasta anclarme en una playa brazuca a vender caipirinha a precios exuberantes por el resto de mi vida… y me disuade. Me recuerda que no debiera ser yo el que se va a la mierda cuando estallan las pelotas…
"Dejá que revienten tus huevos hinchados, para que se haga aire aquello que los infló."
Esa historia: es una historia que siempre se traspapela entre las imágenes de mi cabeza –como un pop-up… la he contado alegre, triste; esperanzado y resignado… la he contado sobrio y la he contado borracho… la he contado incontables veces sin repetir, vez alguna, palabras que haya usado en veces anteriores… y sin querer…

Todos lo caminos conducen a su boca…

Verla reír fue, para mí, escapar de una realidad que realmente me cuesta mucho creer… fue mi media hora de vida y en nada se pareció a esos caramelos que se llaman igual.
Y cada noche soy el viejo del antro contando mitos de sucesos mágicos –ya nadie le da pelota… un esclavo de mandinga enamorado del paraíso, un ángel que una vez se tocó la bragueta y lo sintió…

La única manera que tengo de imaginar sin hacer ficción…

La he visto en todas partes… lo hago. Pero no he estado fantaseando destinos juntos a partir de las modificaciones que le pueda hacer a los recuerdos –no, ese es un error que por algún motivo ya no debo combatir para dejar de cometer.
La veo caminando una siesta solitaria o resaltando, tan sólo para mí, entre la multitud de rostros invisibles, borrosos, indiferentes… sin maquillar, con los brazos cruzados y una campera de jean que nunca se saca en épocas de frío… sé que le gusta más el invierno que el verano, igual que a mí… e imagino que, al igual que yo, zafa el invierno en modo dibujito… vestida siempre igual.
La veo pasar por la placita del bombero cerrando los ojos y mirando hacia el sol, y le sonríe cuando la abraza… cuando en sus rayos se baña, porque son los momentos de calidez acurrucada los que la hacen saber las bonanzas del crudo invierno. La veo bajo el toldo de un negocio porque de colgada no tiene paraguas, y la lluvia le habla… sonríe al ver la gente acovachada en sus paraguas… la hacen sonreír… y la gente se pregunta si se comió un payaso.

El día que sea…

La hacen reír: unos perros sarnosos que se revuelcan en el pasto, la cara de colgado que llevan todos en el colectivo –como si ese momento no fuese parte de sus vidas, las viejas sentadas en el banco de la plaza. Se arremanga el flequillo atrás de la oreja y no se aferra a nada de lo que le hace bien… es efímero, va a volver, siempre está con ella.

A veces… cuando las noches son largas, la imagino en la ducha… y me pongo afrechudo… es que sigo siendo un hombre… y el agua de la ducha le cierra los ojos como el sol lo hizo en la plaza… y la hace sonreír… recorre su cuerpo el agua tibia… su cuerpo humilde… perfecto… y por mucho que me excite no se me para… no quiero VIAGRA –no, no es eso… ella me excita como nadie ha logrado…

El egoísmo de quien se toca… se fue al carajo cuando ella vino –me disuade, me calma… yo sonrío… ¿Quién sabe? Talvez… ella es un caníbal de mi estilo.

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