domingo, 14 de septiembre de 2008

EL CROTO Y EL DESCOCIDO

Rota está la corona del rey del mundo.
Croto está mi pantalón más limpio, porque es el único, de los dos que tengo y uso, que puedo lavar. Así que lo lavo todos los domingos con un pan de jabón que le deja un olor que sigue delatando mi crotera.
Descocido (y sucio) está el otro, que no puedo lavar porque lo desintegraría la espuma que hace el pan de jabón al remover las partículas de olor a pelotas que unen las fibras y moléculas, manteniéndolo en una sola pieza.
Solía tener un mameluco que eximía al croto de evitar mi desnudez cuando iba a laburar. Pero un viernes a la noche me lo saqué para ir a dormir y se quedó parado sin que lo ayuden, mirando, con los botones, por la ventana. Me acosté y me hice el dormido para ver qué hacía, pero pronto me posesioné del personaje –al mejor estilo Nacha Guevara- y en cuanto vio pasar un par de bombachas ventiladas, abrió la ventana y no volvió más. Flor de sorete resultó ser.
Así que tuve que empezar a alternar entre el croto y el descocido.
Al croto lo uso para laburar, y al descocido para determinados eventos sociales que requieren de buena presencia (pedir fiado y esas cosas)
Una vuelta me invitaron a una fiesta de disfraces. Y me puse el descocido para echar facha (no tenía disfraz) Igual trataba de no moverme mucho para no empezar a desparramar esporas de olor a huevo y culo, o peor aún, para que no se me desarme ahí nomás. Me lo encontré al mameluco disfrazado de jinete sin cabeza, y en seguida se fijó con qué andaba puesto. Le pregunté cómo andaba, me dijo que bien. No hablamos mucho, no le reproché que se fuera sin avisar, ni le pedí que volviera, siempre fui muy orgulloso con esas cosas. Al tiempito me enteré de que lo encontraron muerto en una tintorería. Si hubiera sabido que era la última vez que hablábamos… Me llamaron por teléfono y me preguntaron si sabía de un mameluco azul marino, que en uno de los bolsillos encontraron un papel doblado al medio que por afuera tenía mi nombre; era una nota para mí. Y orgulloso como siempre supe ser, me hice el gil y les dije que no sabía nada de ningún mameluco. Llamaron un par de veces más, pero yo no contestaba, o a veces cuando atendía sin querer y veía que eran ellos, hacía voz de coreano y les decía “yo no entendel nala” y cortaba. Lo tiraron en la puerta de mi casa, adentro de una bolsa de consorcio. Ni bien la ví, patié la bolsa a la mierda y se mezcló con las bolsas de basura que el basurero colgado, hace dos meses, no se digna a juntar –no sé porqué quilombo- quedó en la vereda la nota que me escribió. No me aguanté las ganas de leerla. Decía:
Si la corona del rey del mundo
no estuviera tan rota…
nada de esto habría sucedido.
Tu amigo Mameluco.

2 comentarios:

Doctor seisdedos dijo...

Interesante historia, desde ya que me siento identificado con el mameluco, a veces es lindo salir corriendo atrás de una bombacha. Pero es cierto que podés terminar tirado adentro de una bolsa de consorcio si agarrás por la dirección equivocada.

Un error: A los de la tintorería no los podés despistar diciendo que sos coreano....porque ellos también lo son.

Saludos...

Laureano F. Gonzalez dijo...

Dr. Seisdedos: muy acertada la nota del error jajaja.

Se agradece el comentario.