sábado, 15 de mayo de 2010

DEL CICLO DE LA VIDA

¿Qué le puede importar al fruto podrido abrazado por el piso las raíces del árbol del cuál se cayó? Así es la cosa cuando al árbol se lo planta por cuestiones de negocios nomás. Todos se sueltan para que alguno lo levante, porque el fruto nunca cae muy lejos del árbol que lo tiró. Y los que andan de levante lo saben y los buscan en sus sombras. Se llevan los que prometen más jugo y los exprimen en un instante después de tanta preparación. Distinta es la suerte del que se pudre antes de caer. Distinto ve el mundo el fruto agusanado, podrido y sin madurar. Ese nada promete… ¿Ese qué tiene para dar? Porque hay gusanos que se la bancan ¡Eh! Y no hay insecticida que escarmiente a una oruga en plena gula y lo que encuentre se devora en la fruta artificial. La devuelve a lo natural y no la tocan los caretas, temen se les pegue la repugnante putrefacción. Se la morfa algún salvaje, un igual o un semejante… un pedazo de animal. Se la morfa sin asco, se la traga sin masticar… y del cago sus semillas se han de fertilizar.
No es de suerte que por cada acto surja uno inversamente proporcional.

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